La educación formal se ha convertido en una característica que define la infancia moderna, comúnmente percibida como una vía para salir de la pobreza y para una transformación social más amplia. La educación es una meta de las aspiraciones sociales colectivas, por lo que ella cada vez más compite con el trabajo infantil, y lo está reemplazando poco a poco como la principal responsabilidad de los niños dentro de la familia.
Al mismo tiempo, con desigual acceso a la educación, calidad y pertinencia, la educación cada vez se está volviendo más comercializable, y son las preferencias y la elección del niño que impulsan la movilidad escolar y, en última instancia, la migración infantil autónoma. Las estrategias de los niños y de los jóvenes para la realización de sus aspiraciones educativas dependen fuertemente del sistema educativo, que varía enormemente, tanto entre los países como dentro de ellos, y de acuerdo a una serie de factores, como las políticas nacionales de migración.
El artículo expone algunos de los desafíos que enfrentan las familias cuando toman decisiones sobre la educación y el futuro de sus hijos, y luego describe las responsabilidades de los planificadores educativos. Es importante reconocer el papel de la planificación educativa para sostener la reubicación infantil cuando no está asegurada la cobertura primaria universal con calidad y pertinencia. La migración por razones educativas de los niños pobres está relacionada con sus percepciones sociales, así como con sus realidades escolares.
Esto sugiere que, en última instancia, debido a los fuertes procesos sociales en juego que influyen en las aspiraciones educativas, la creciente comercialización de la educación y la historia de reubicación infantil en muchos lugares, la migración infantil por causas educativas está mucho más allá del ámbito de la educación, o de cualquier otra política pública.
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